lunes, 30 de enero de 2012

Con la frase...LA CERVEZA ESTABA TIBIA


Siempre me han acusado de ser un mal imitador y eso me jode. Mis cuadros, falsas copias, se vendían bien pero mis colegas detectaban los errores, las pequeñas variaciones de color, una proporción desajustada en el tamaño del cuello, o de las manos, cualquier pequeño detalle que desmerecía del original. Cuando Juana me dejó, abandoné los pinceles y seguí con el arte.

Desde aquella vez que vi en una serie americana como una tortuga portaba la cabeza seccionada de uno de los jefes de un cártel mexicano,  con esas patitas cortas y como con garras, y explotaba en mil pedazos, quise probar. Encontrar la tortuga me costó, pero, pese a mi dedicación, el resultado no fue digno de un tipo como yo. Pequeños detalles, hubiesen dicho mis colegas de saberlo.

Luego, me contaron de un soplón que había sido quemado vivo, arropado por dos neumáticos viejos, a modo de collar. Arte en estado puro. Me preparé a conciencia. El mendigo, medio borracho, no protestó demasiado cuando después de atarle manos y pies, le coloqué, a modo de collar, los neumáticos. Las llamas anaranjadas iluminaban el puente mientras llegaba desde arriba el sonido de los coches rodando sobre las juntas.

Satisfecho, cuando las llamas se extinguieron y solo quedaba un resplandor rojizo en el suelo y un olor acre en el aire, volví a mi coche, sediento, y apuré la lata de cerveza que aún estaba tibia, mientras trataba de saber si esta vez mis colegas me hubiesen aplaudido.


RELATO GANADOR EN "A MANSALVA" EN LOS DIABLOS AZULES con JORGE DIEZ

Fotografiía: PEDRO DE PAZ

lunes, 23 de enero de 2012

LA CENA ES A LAS 9






JUEVES 19 DE ENERO DE 2012

VISONES EN EL ANDÉN de Bosques de Marte



Yo la abrazaré bien fuerte y me la llevaré conmigo, recuerda Manuela haber pensado cuando la encontró bajo el fregadero.
Los zapatos le aprietan los pies, está cansada. Cansada de lavar la ropa de otros, de limpiar la mierda de otros. Al llegar a su estación, en el andén atestado de gente, una mujer con abrigo de pieles le dirige una mirada de desprecio. De pronto se escucha un disparo. El visón, chorreando sangre, cae al suelo provocando un tumulto. Manuela aprieta la pistola, aún caliente, contra su pecho. Uno de estos días la devolveré, murmura mientras los gritos resuenan en el andén.

PUBLICADO EN EL BLOG "LA CENA ES A LAS 9" http://microreczombie.blogspot.com/

lunes, 16 de enero de 2012

TODOS LOS CHINOS SE BAJAN EN SOL


Son guapos esos dos chinos. Me recuerdan a un personaje de una peli, pero no me acuerdo cual. Pantalones pitillo, zapatillas molonas, jerseys de cuello vuelto y americanas negras, ceñidas, y ese pelo negro y tieso levantado con gomina. ¡Uf! Dan ganas de tocarlo. ¡Coño, si todo el vagón está lleno de chinos! No estoy tan pedo como para estar alucinando. ¡Todos chinos! A lo mejor es que hay un vagón para chinos, otro para latinos, otro para negros y otro para europeos. A lo mejor me he equivocado de vagón y éste no es el mío, a lo mejor el mío es el siguiente. Mejor me siento y trato de dormir un poco.  Si es que es muy tarde, o muy temprano según se mire. Yo nunca cojo el metro a estas horas. Siempre vuelvo en taxi, pero hoy me he quedado sin un duro, menos mal que me quedaba un pavo en el bolsillo para coger el metro. Hoy no voy a ir a clase. Hoy no, estoy muerta.

Los chinos me miran, debo tener una pinta penosa. Las medias me las tuve que quitar, el idiota de Jon me vomitó encima. ¡Que asco! Apestaban. Y una de las zapatillas tiene una mancha parda de vómito. Debo tener cara de muerta. ¡Vaya noche! Ha sido cojonuda. Claro que he perdido a mis colegas y se van a mosquear conmigo. Cuando nos estaban echando del bar, salí a la calle a fumar un cigarrillo y allí conocí a ese tipo tan guay. Me piré con él.

Otro chino que entra. ¿Seguro que no me he equivocado? Todo son chinos. Como en mi barrio. Todas las tiendas son de chinos. Y están abiertas siempre; allí es donde compro la cerveza, o el zumo, y el pan y hasta los tampones. Siempre, todos los meses, me quedo sin tampones y tengo que bajar corriendo al chino de abajo a buscarlos. Ya me miran raro, pero me da igual. Nunca he hablado con ellos. Son muy extraños. Y siempre son jóvenes. ¿Es que los chinos no se hacen viejos? Espera, ahora que me acuerdo una vez he visto a una abuela china. Sí, iba con un par de críos, chinos claro, y casi nos la llevamos por delante. Mis amigas y yo, un trío de feria.

Sol, dicen por los altavoces. Menos mal, ya estoy llegando. Los chinos se levantan y me miran. Dicen algo que no puedo entender y me sonríen. Se bajan. ¡Todos! Todos los chinos se bajan en Sol. ¿Habrá una concentración de chinos a las siete de la mañana en Sol? Entra un montón de gente a mi vagón. Ya no son chinos. Ahora casi todos son latinos, pero también hay españoles. Y una chica muy guapa, recién duchadita, limpia. ¡Joder me doy asco a mí misma! ¡Tengo una facha!

¡Coño el mismo chino de antes! No puede ser. Si se ha bajado en Sol. Pero es el mismo, vaya que sí. Ahora va solo. Me mira. Está de pie, agarrado a la barra y no deja de mirarme. No me atrevo a mantenerle los ojos. ¡Puto chino, como me mira!


Estoy llegando, un par de estaciones más y estoy en casa. Me voy a dar una ducha, sin mojarme el pelo, y a la cama. Sin café ni nada. Tengo el estómago revuelto y la mirada del chino me está poniendo nerviosa.

Próxima parada, Manuel Becerra, escucho por los altavoces. Me incorporo y espero a que el tren se detenga para pulsar el botón y de pronto me doy cuenta de que todo el andén está lleno de chinos, de chinos, de chinos…


jueves, 12 de enero de 2012

UN NOMBRE ALEMÁN QUE AHORA NO RECUERDO


Tensión arterial: 19/12

Todo es blanco. Y grande. Esta casa, ¿de quién es? Es blanca y huele raro. ¿Y esto que tengo en el brazo? ¡Anda! Si es una aguja blandita, sin punta ni nada. No pincha. Por Dios qué de sangre. Sí, esta vez sí le he dado al jabalí. Un buen disparo por lo que sangra. Mejor dejarlo correr un rato, luego me acerco. 
-         Perdone, señorita, sí que lo hemos puesto todo perdido.
-         Pues es verdad, ya no se le ve por aquí, ha debido correr mucho.
-         Sí, no se preocupe, que ya me quedo tranquilito, ya verá.

Concentración de oxígeno: 91%

Yo me voy de aquí, este sitio no me gusta. Tan blanco y tan grande. Gente y ruido. Quiero ir al baño, me voy a levantar. Mira que son cabezotas, que me voy, no me sujetéis hombre, que no, que me voy. No quiero estar aquí. No me dejan en paz. ¡Qué calor! ¿Qué demonios son estas pegatinas que tengo en el pecho? Me pican. A la basura con ellas.
-         Pero si yo me iba a mi casa, señora, de verdad, que me esperan a comer.
-         Si yo soy razonable, pero es que me tengo que ir.

Auscultación: Crepitación en la fosa supraclavicular, sibilancia.

Tengo frío y también calor. Me tengo que ir. Me tengo que levantar y salir de aquí.
-         ¡Oiga! ¡Señorita! Quíteme esto de las manos, que me voy.
-         ¡Que no, que no me sujeten a la cama que me tengo que ir!
-         No, no quiero dormir, quiero irme.
-         ¿Pero qué me está pinchando?
Me tengo que ir, me t-e-n-g-o q-u…

Temperatura corporal: 38,5º

-         Buenos días, joven.
-         ¿Bien? He dormido pero que muy bien, pero me tengo que ir así que suélteme y no se enfade, es que me están esperando.

domingo, 8 de enero de 2012

MIEDO SOLIDARIO


Cuando cumplí cinco años me regalaron a la Princesa Aurora, esa del Príncipe Azul, y siempre estaba jugando con ella, así que abandoné un poco a la PopStar. Creo que por eso empezó a cantar bajito por las noches. A mí no me molestaba; antes, cuando era mi favorita, me gustaba cantar con ella en brazos, que cantase por las noches si quería. Pero un día, me pareció escuchar a la Patinadora hablar. Me estaba quedando dormida y de pronto lo escuché. Pensé que era mamá hablando con alguna amiga suya, pero me parecía un poco raro. Abrí la puerta de mi habitación y escuché. La casa estaba en silencio, pero aún oía una vocecita. Estaba tan cansada de todo el día en el cole, la clase de ballet, hacer los deberes y patinar, que me quedé dormida. Unos días después me pareció escuchar más vocecitas de esas pequeñas, y llamé a mamá y se lo dije. Ella se quedó un rato al lado de mi cama y me dijo eso de que tenía que ser valiente, que las barbies no hablan, que no debía tener miedo a la oscuridad. Yo le expliqué que lo oscuro no me da miedo, pero que las voces de las barbies no me dejaban dormir. Ella no me hizo caso, y papá tampoco. Y ellas siguieron hablando y hablando.

Luego, un día, mi Aurora empezó también a cantar aquello de “eres tú el príncipe azul..”. Me decepcionó, porque Aurora sabe que necesito dormir bien. Se lo dije, y le pedí que hablase con las demás para que se callasen, que cantasen o se contasen sus cosas por el día, mientras estuviera en el cole. Además, hablan entre ellas pero yo no las puedo entender, creo que lo hacen en un idioma propio, porque yo estoy aprendiendo inglés y no les pillo ni una. Si hablasen conmigo podríamos jugar, pero no me hacen caso. Nadie me hace caso, ni ellas cuando hablan, ni mis papás cuando se lo cuento. Una noche vino a dormir mi amiga Laura y ellas estuvieron calladitas toda la noche. A lo mejor porque a Laura sí le da miedo la oscuridad.

Puse todas mis barbies en una caja y las llevé al cole, mamá cree que no me dí cuenta, pero sé que sacó a Aurora y la guardó en su armario. Es su problema si se pone a hablar y a cantar por las noches, peor para ellos. También puse mi hucha con todos mis ahorros, aunque mamá no se dio cuenta de eso. Es que me da un poco de pena la niña que las reciba, que no la van a dejar dormir por las noches.

Hoy me han concedido el premio a la solidaridad en el cole, y me ha dado un poco de vergüenza. Estoy deseando que se haga de noche, espero que los peluches no se pongan a hablar, porque hasta dentro de un año no hay otro día de la Solidaridad.

martes, 3 de enero de 2012

TRES

Tres tristes trajes marcaron la vida de Tristán y en ninguno llegó a sentirse cómodo.
El de su comunión, un calvario de sesenta pasos hasta el altar vestido de almirante.
El de su boda, medio estrangulado por el nudo de la escurridiza corbata,  presagio de lo que ocurriría después.
El de luces, verde y oro bordado que, en las tardes de albero, le apretaba el valor hasta la náusea.  

Ahora, después de mandarlo todo a hacer puñetas, vagabundea por los callejones de Kabul, satisfecho y complacido, bajo un tupido burka azul. 



PD. Esta es mi pequeña contribución a la sonrisa, hoy, dia 3 de Enero.